La milanesa tiene su origen en la cocina lombarda, específicamente en la ciudad italiana de Milán, de donde proviene su nombre. Se inspira en la cotoletta alla milanese , un plato tradicional de la región lombarda que es una variante del Wiener Schnitzel (filete vienés) introducido en Milán durante el dominio austríaco en el siglo XIX. La diferencia clave con el Wiener Schnitzel es que en la milanesa se usa pan rallado en lugar de harina para empanar la carne. Además, hay registros históricos que remontan un plato similar a la Edad Media en Milán, alrededor del siglo XII, y teorías que vinculan su origen a recetas del Imperio Romano y a la influencia austríaca en la región. La milanesa llegó a América Latina con los inmigrantes italianos a fines del siglo XIX, y en países como Argentina se convirtió en un plato emblemático de la gastronomía nacional, adoptando variantes propias. Su popularidad se ha extendido en varios países latinoamericanos debido a esta migración y adaptación cultural. En resumen, la milanesa es un plato con raíces italianas, más concretamente milanesas, influenciado por la gastronomía austríaca, y que fue difundido globalmente a través de la migración europea, especialmente hacia América Latina.