El origen de las vacunas combina prácticas muy antiguas de inoculación contra la viruela en Asia y el desarrollo de la primera vacuna “moderna” contra la viruela por Edward Jenner en 1796.

Prácticas antiguas

Las primeras formas de algo parecido a la vacunación se remontan a China, donde desde al menos la Edad Media se practicaba la “variolización”: se usaban costras secas de enfermos de viruela leve y se introducían en personas sanas (por la nariz o mediante pequeños cortes en la piel) para provocar una infección controlada y así protegerlas de formas graves de la enfermedad. Técnicas similares se difundieron más tarde a otras regiones de Asia y luego a Oriente Medio y Europa, reduciendo la mortalidad por viruela frente a quienes se contagiaban de forma natural.

Nacimiento de la vacuna moderna

La vacunación moderna suele situarse en 1796 con el médico inglés Edward Jenner. Jenner observó que las personas que se infectaban con la “viruela de las vacas” (cowpox), una enfermedad leve de las vacas, quedaban protegidas frente a la viruela humana, y probó inocular material de estas lesiones bovinas en un niño, que después no enfermó cuando se le expuso a la viruela humana.

De Jenner a las vacunas actuales

Tras Jenner, Louis Pasteur desarrolló en el siglo XIX nuevas vacunas de laboratorio, como las del cólera aviar y la rabia, y consolidó la idea de atenuar o debilitar los microbios para convertirlos en vacunas seguras. A lo largo del siglo XX y XXI se han creado vacunas contra muchas enfermedades (poliomielitis, sarampión, influenza, COVID‑19, entre otras), utilizando diferentes tecnologías pero siempre con la misma finalidad: entrenar al sistema inmunitario para prevenir infecciones graves.