La huella ecológica es un indicador que mide el impacto ambiental total de las actividades humanas en términos de la cantidad de recursos naturales consumidos y la superficie productiva necesaria para abastecer esa demanda y absorber los residuos generados. Se expresa en hectáreas globales (hag) y refleja la capacidad del planeta para regenerar esos recursos frente a la demanda humana. Cuando la huella ecológica supera la capacidad de regeneración de la Tierra, se produce un déficit ecológico, que contribuye a problemas ambientales como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Este concepto fue creado en 1996 por William Rees y Mathis Wackernagel y se utiliza para evaluar la sostenibilidad de estilos de vida, actividades económicas y políticas públicas. La huella ecológica considera varios componentes, como el uso de tierras para agricultura, pastos, bosques, áreas urbanizadas, pesca y la absorción de dióxido de carbono. Es una herramienta clave para medir si estamos utilizando los recursos del planeta de forma sostenible o si estamos sobrepasando sus límites naturales, con el fin de promover un desarrollo sostenible y la conservación del medio ambiente.