El pan de muerto tiene un origen mestizo que fusiona tradiciones prehispánicas indígenas con influencias españolas. En la época prehispánica, culturas como la azteca y maya elaboraban panes de amaranto y maíz seco, como el "papalotlaxcalli" (pan de mariposa) y el "huitlatamalli" (un tipo de tamal), que se usaban en rituales y ofrendas para honrar a los muertos. Con la llegada de los españoles, se incorporaron ingredientes europeos como el trigo, azúcar de caña, leche y mantequilla, así como la costumbre de hacer panes votivos durante festividades religiosas como Todos los Santos. El pan de muerto actual se inspiró tanto en estas tradiciones indígenas como en el "pan de ánimas" europeo, adoptando su forma redonda y la decoración con "huesitos" que simbolizan huesos y la continuidad de la vida después de la muerte. Así, el pan de muerto representa una mezcla cultural que celebra la memoria de los difuntos en el Día de Muertos en México, un símbolo cargado de historia y significado en cada uno de sus elementos.