El herpes zóster, también conocido como culebrilla, es una infección viral causada por la reactivación del virus varicela-zóster, el mismo virus que provoca la varicela. Tras una infección inicial de varicela, el virus queda latente en las raíces nerviosas del cuerpo y puede reactivarse años más tarde, especialmente cuando el sistema inmunitario está debilitado. Esta reactivación produce una erupción cutánea dolorosa que generalmente aparece como una franja de pequeñas ampollas en un solo lado del cuerpo, comúnmente en el tronco, aunque puede afectar otras áreas como la cara o las extremidades. Los síntomas incluyen dolor ardiente, picor, hormigueo y una erupción con ampollas agrupadas. El herpes zóster no es directamente contagioso para quienes ya tuvieron varicela, pero puede contagiar a personas que nunca la hayan tenido, provocándoles varicela. La enfermedad suele durar entre 7 y 14 días, y puede dejar una complicación llamada neuralgia posherpética, que consiste en dolor persistente en la zona afectada durante meses o años. Existe una vacuna eficaz para prevenir el herpes zóster y sus complicaciones, y el tratamiento con antivirales puede reducir la gravedad y duración de la infección si se inicia pronto. Las complicaciones pueden ser más graves en personas con el sistema inmunitario debilitado. El diagnóstico suele ser clínico por la apariencia característica de la erupción. En resumen, el herpes zóster es la reactivación del virus de la varicela en el organismo, que causa una erupción con ampollas dolorosas y puede conllevar complicaciones de dolor crónico.